Ramiro González, el alma mater de las Boticas

El alma mater de La Botica Indiana

El alma mater de La Botica Indiana

Estudió Filosofía y Letras y cuando cursaba tercero de carrera empezó a compaginar los libros con el trabajo. “Quería dejar de pedir dinero en casa y monté un bar“, explica Ramiro González Vázquez, hoy el alma mater de más de una veintena de locales de hostelería repartidos por toda Asturias, la mayoría bajo el nombre de ‘La Botica Indiana’. Con un tono afable y tranquilo echa la vista atrás este asturiano con 53 primaveras a sus espaldas y una larga trayectoria profesional plagada de éxitos.

Su primera aventura empresarial fue en El Berrón con ‘El Xarapa’, un bar informal que abrió junto a un socio. “Movíamos a mucha gente, yo estaba metido en la tuna y hacíamos fiestas de la universidad… prácticamente no cerraba nunca“, recuerda Ramiro quien reconoce que se inició en este mundo de la hostelería pensando que su paso sería temporal. “Inauguramos un viernes en el que jugaba España“. Era julio de 1982, coincidiendo con el Mundial de fútbol que se disputó en nuestro país. Han pasado más de treinta años… “Entonces se explotaba mucho la televisión -subraya Ramiro- y no sólo por los partidos de fútbol. Los viernes y los sábados poníamos películas un poco fuertes para aquella época“. Ese es el lado cómico de unos inicios muy duros. Apenas había cuatro o cinco horas para descansar. “Entre trabajar en el bar y sacar adelante la carrera no tenía tiempo para nada. Me costó mucho licenciarme. En junio me habían quedado Arte Moderno y Arte Contemporáneo y al final logré quitármelas de encima en febrero del año siguiente gracias a la ayuda de compañeros que me pasaban los apuntes“, dice Ramiro echando la vista atrás. En su cabeza ya se cocinaba la idea de abrir nuevos negocios de hostelería pero su padre le frenaba. Desechó un trabajo que le ofrecían para dar clases en un colegio de Zaragoza por intermediación de una tía monja. “Estaba muy metido en la hostelería y no quería dejarlo. A día de hoy mi padre aún me recuerda que podía haber tirado por la enseñanza“, subraya con una media sonrisa.

Ramiro escogió otro camino. Abrió un segundo pub en El Berrón: ‘El Camelot’ y de ahí el siguiente y el siguiente… en Noreña, en Oviedo, en Pola de Siero, en Gijón… Siempre de la mano de algún socio y todos con un denominador  común, la decoración medieval con la que llevaba soñando desde que estudiando Historia visitó el Conventín, en Valdediós, y surgió la idea. Algunos de aquellos locales pegaron muy fuerte: el Rey de Copas, el Medievo, El Camelot… “Organizaba viajes a Toledo para ir a por armaduras, espadas…“. Y poco a poco, sin prisa pero sin pausa, surgieron otros locales como El Ferroviario, la Tintorería Cubana, Casa Manolo… Aquella sociedad duró veinte años.

En 1999 Ramiro optó por dar un paso a un lado y dejar la hostelería. “Me jubilé. Mi socio siguió pero yo opté por dar un paso a un lado y dejar la hostelería”. Entre 1999 y el 2000 se tomó un descanso y, coincidiendo con el inicio del nuevo siglo, volvió al negocio con el concepto Botica. “Me fui a Palamós porque tenía el sueño de vivir en la playa pero tardé muy poco en darme cuenta de que aquel estilo de vida no era el mío. A mí me gusta el contacto con la gente y allí no conocía a nadie”.

La Botica Indiana

El origen de la primera Botica Indiana

Apenas cuatro meses después de establecerse en Palamós estaba de vuelta en Asturias. Ramiro puso en marcha un negocio cuya idea llevaba tiempo ideando: La Botica Indiana. Primero abrió en Lugones, luego en Noreña. “Los decoramos con cosas que había traído en una furgoneta”, recuerda Ramiro que agradece a Ángel, un amigo de Zaragoza, todo el apoyo que le prestó. “Él fue el encargado de decorar después La Botica Indiana de la Plaza Mayor de Gijón y la de la calle Jovellanos de Oviedo. Poco a poco el Grupo Ramiro fue creciendo. Algunos locales contaron con el apoyo de Senén, socio de Ramiro, otros, los más, eran una aventura en solitario con el apoyo incondicional de Jaime Peláez. “Durante veintiún años lo tuve a mi lado, fue como mi segundo padre. Siempre me dio buenos consejos y fue un peso pesado en toda esta compañía”. Hace dos años falleció dejando un recuerdo perenne entre todos los que lo conocieron.

 

El concepto Botica Indiana

“La idea de La Botica Indiana es buscar locales donde todo el mundo se encuentre a gusto. Que haya gente viendo la televisión, otros jugando al parchís o una partida de cartas, otros leyendo el periódico, donde se puedan celebrar cumpleaños, merendar o venir a tomar una copa. El objetivo es crear un ambiente familiar”, explica Ramiro. Todos tienen sus recovecos, esquinas singulares, rincones cuidados, decorados con gusto, donde es imposible aburrirse mirando cuadros, chapas, fotos o carteles. Hasta su impulsor reconoce que cada día descubre algo nuevo. “Todos los días paso por alguna de las Boticas y siempre hay algo en lo que no me había fijado nunca. Eso me encanta”. Con los años los locales han ido cogiendo solera y eso juega a su favor. “La clave pasa porque el cliente se sienta como en casa, que le traten bien y que al salir diga: me gustó, quiero volver. Si es así es que estamos haciendo las cosas bien”.

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