Resulta curioso que en pleno siglo XXI, cuando la tecnología se antepone a casi todo, que lo hecho a mano, lo casero, lo ecológico, lo llamado ‘vintage’, haya encontrado su hueco. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con la cerveza. Mientras las grandes marcas se afanan en sacar al mercado nuevos productos, ya sean sin alcohol, con limón, etcétera, cada vez son más los aficionados a la cerveza que se animan a preparar sus fórmulas y, algunos, con mucho éxito. Sin máquinas, estos nuevos maestros cerveceros cuidan paso a paso todo el proceso de producción. Hay gente que ha ido más lejos con su afición y en lugar de fabricarlas en casa se ha asociado con otros aficionados para montar pequeñas fábricas que se caracterizan por utilizar métodos artesanales. En España el interés por la cerveza artesanal es prácticamente nuevo pero en otros países, como Bélgica o Estados Unidos, llevan muchísimos años con estas prácticas que ya forman parte incluso de su tradición.
La mayoría de las cervezas que consiguen no tienen un sabor tan refinado como el de las elaboradas en las fábricas porque resulta casi imposible acertar con los procesos de fermentación y mantener las temperaturas adecuadas pero los resultados, en ocasiones, son muy buenos. En Japón, por ejemplo, han conseguido la cerveza artesanal Asahi que ahora triunfa en los pubs londinenses, cuna de grandes aficionados a esta bebida.
Lo normal es que estas cervezas artesanales -tardan en elaborarlas entre uno y tres meses- tengan un aspecto más tosco, que incluso se llegue a notar la presencia de la levadura y que su color sea más turbio, pero tienen un carácter propio. Las hay mejores y peores, aunque ya se sabe, sobre gustos no hay nada escrito.
En España se beben más de 3.200 millones de litros de cerveza al año, es decir, 48 litros por persona, unas cifras que dan fe de la afición a esta bebida. Agua, malta de cebada, lúpulo y levadura son los ingredientes básicos. En Estados Unidos incluso ya han patentado un electrodoméstico del tamaño de un microondas que evita tener que andar calentando cazos, hirviendo el agua o hacer los filtrados.
Son cervezas para degustar, saborear, disfrutar y, cómo no, como todas las cervezas, para compartir con los amigos.
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